03 febrero 2008

Como Papel Arrugado, Reflexiones

De niño carácter impulsivo me hacía reventar en cólera a la menor provocación. Después de esas rabietas me sentía avergonzado y me esforzaba por consolar a quien había dañado.
Un día mi maestra, que me vio dando excusas después de una explosión de ira, me llevó al salón y me entregó una hoja de papel lisa y me dijo: ¡Estrújalo! Asombrado, obedecí e hice con el una bolita.

Ahora -volvió a decirme- déjalo como estaba antes. Por supuesto que no pude dejarlo como estaba, por más que traté, el papel quedó lleno de pliegues y arrugas. El corazón de las personas -me dijo la maestra- es como ese papel... La impresión que en ellas dejamos, será tan difícil de borrar como esas arrugas.

Así aprendí a ser más comprensivo y más paciente; cuando siento ganas de estallar, recuerdo ese papel arrugado. La impresión que dejamos en los demás es imposible de borrar. Luego queremos enmendar el error, pero ya es tarde.

Cuantas veces hemos dicho: "Aunque le duela se lo voy decir", "la verdad siempre duele", "no le gustó porque le dije la verdad". Si sabemos que algo va a doler, a lastimar, si por un instante imagináramos cómo podríamos sentirnos si alguien nos hablara así ¿lo haríamos?

Qué distinto sería todo si pensáramos antes de actuar.

Recuerda: Lo que de tu boca sale, del corazón procede. Aprendamos a ser comprensivos y pacientes. Pensemos antes de hablar y de actuar.


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